martes, 15 de noviembre de 2011

El verdadero significado de la palabra Libertad. (Fragmento de La Cóncha de Nácar)

- ¡¡Más rápido Rey!! ¡¡Más rápido!! - Gritó Ann, presa de la euforia.

Su padre siempre le había dicho que tenía un don. Una mano dulce que domaba a las bestias, pero ella siempre había pensado que se trataba de algo natural. Simplemente para ella los animales no eran bestias, eran compañeros de viaje, amigos, en definitiva, personas que se comunicaban de forma diferente. Solo había que mirar en el interior de cada uno de ellos para poder darse cuenta de que eran inteligentes, de que había alguien ahí, tras esos ojos expresivos y nobles. No trataba de humanizarlos, sino de entenderse con ellos de forma instintiva, con las señales del cuerpo que proyectaba la mente. Esas sensaciones básicas las compartían todos los seres vivos, unos con más capacidad que otros para transmitirlas y Ann era de la opinión que solo había que dejar fluir esa comunicación para obtener buenos resultados, además, el hecho de que ellos no fueran capaces de ser malintencionados como los seres humanos, facilitaba las cosas. Muchas veces prefería la compañía de ellos a la humana porque carecían de maldad y no conocían la mentira, eran seres nobles. Pero eso no lo había dicho jamás en público, la habrían quemado por bruja, a pesar de ser una doncella de rancio abolengo.

Ann gritó eufórica. ¡Ahora era libre de pensar y de decir lo que le viniera en gana!

Disfrutaba montando a caballo, pero aquella sensación era absolutamente nueva para ella. Lo que estaba viviendo en estos instantes era especial. Estaba compartiendo su alegría y vitalidad con un animal salvaje. ¡Salvaje! Empezaba a amar ese término. Ese caballo era, en aquel mismo instante, la prolongación de ella misma y lo que estaba sintiendo lograba transmitírselo de forma mágica y viceversa. Juntos se transformaron en uno y disfrutaron compartiendo el verdadero significado de la libertad.

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